MARTÍN DE AZPILCUETA
Martín de Azpilcueta Jaureguízar
Fue uno de los personajes más celebres de su época, principalmente porque fue licenciado en filosofía y teología y con 26 años ya impartía clases de ambas asignaturas como catedrático en la universidad de Salamanca, donde fue autor de numerosos ensayos sobre diferentes campos del saber y uno de los fundadores de la escuela salmantina y en Toulouse, donde más tarde con 30 años se convirtió en sacerdote de dicha zona rechazando ofertas que le ofrecían seguir impartiendo clases en la universidad de Toulouse.
Pasó a ser uno de los precursores de la economía moderna, muy anteriores a los fundadores de la Economía Clásica inglesa del siglo XVIII encabezada por Adam Smith.
Publicó en 1553 su obra más conocida, el Manual de confesores y penitentes, una obra que fue numerosas veces reproducida tanto en castellano como en latín. Dos años más tarde, en 1555 decidió regresar a España para retocar sus escritos, y dedicarse al estudio y a la publicación de sus obras, muy estimadas por teólogos y canonistas de todos los tiempos.
Azpilcueta pasó a la historia de la economía por analizar las actividades mercantiles y los efectos monetario que se estaban produciendo en su tiempo derivados por la llegada de metales preciosos desde América. Estudió la diferencia del poder adquisitivo de las monedas nacionales de distintos países, en relación con la abundancia o escasez relativa de metales preciosos, siendo precursor de la Teoría Cuantitativa del Dinero. En ese trabajo defendía la idea de que la moneda es una mercancía más, y por ello, sufre las mismas variaciones que cualquier otro producto.
En 1562 el autor navarro desarrolló su primera teoría cuantitativa de una forma más completa que el teórico francés, empleándola como punto de partida para elaborar una teoría de paridad de poder adquisitivo del diero en los cambios internacionales y también hizo una de las primeras exposiciones del concepto de la preferencia temporal, es decir, que los bienes presentes siempre se valoran más que los bienes futuros.
Más tarde fue consejero de Felipe II, y en 1577 fue enviado a Roma en 1577 para defender al también navarro Bartolomé de Carranza, arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, acusado de herejía ante el tribunal de la Inquisición, cumpliendo el objetivo que tenía.
Años más tarde, en 1586, murió en la ciudad de Roma por causas desconocidas.
"el reino no es del rey, sino de la comunidad, y la misma potestad regia por derecho natural es de la misma comunidad y no del rey, por lo cual no puede la comunidad abdicar totalmente en ese poder."
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